viernes, 21 de noviembre de 2008

Fuerzas Ocultas ~ 1º

1er Capítulo ~ El Aniversario.

Tenía la manía de quedarme las noches en el balcón contemplando las estrellas. Sabía de sobre que aunque siguiese intentando que mis sueños se cumplieses, lo tenía realmente difícil. No era consciente de lo que me iba a tocar vivir, claro que tampoco era vidente y me iba a ser difícil adivinarlo. Mis padres llegaron a decirme que leer tantos libros de fantasía, leyendas urbanas y mitos me estaban volviendo loca y que ya me creía cualquier cosa.

Esa noche parecía la más normal del mundo. Aunque fría, las estrellas brillaban con toda su intensidad en el oscuro cielo. Me aferré a la manta que rodeaba mi cuerpo y contemplé la luminosidad que desprendían aquellos cuerpos estelares a millones de kilómetros de distancia., mientras encontraba figuras en ellas.

Me quedé dormida en la hamaca del balcón, no sé si soñé, la verdad es que no me acuerdo. Las voces de mi madre gritando “El desayuno”, me despertaron. Entré en mi cuarto con la manta sobre mis hombros, aunque todavía arrastraba por el suelo, medio adormecida todavía. Eran las seis y media de la mañana, y lo único que se me pasaba por la cabeza era que tenía que ir al maldito instituto.

No es que fuera mala estudiante, todo lo contrario. Mi media en clase era de nueve con cinco, pero últimamente las cosas por allí no estaban a mi gusto.

Salí del cuarto con la ropa que me iba a poner ese día en las manos y me dirigí al baño, que estaba justo en frente de mi cuarto. Tenía unos quince minutos para ducharme y luego otros diez, más o menos para vestirme y andar bien de tiempo. Creo que me pasé algo de tiempo, pero por lo menos a las siete y cinco estaba sentada en la mesa del comedor desayunando.

Mi padre se había ido de viaje de negocios, ser productor discográfico le ocupaba mucho tiempo de su vida, y le veíamos poco. Aunque hablábamos casi todos los días con él, algunos más que otros, la relación que teníamos era estupenda. Mi madre, rara vez no estaba en casa. Ella era la dueña de una galería de arte de alto standin en la ciudad y le encantaba su trabajo como a la que más. Muchas veces, o bueno, prácticamente siempre organizaba la galería desde casa, su fiel amigo el teléfono la acompañaba a todos los lados a los que iba.

Cogí el periódico, no es que me entusiasmara demasiado dicho manojo de papeles reciclados, pero me gustaba estar informada de lo que pasaba a mi alrededor. Me paré a leer un artículo, la verdad nada divertido, sobre unos robos recientes que habían sucedido en mi ciudad y lo quisiera o no, de alguna manera me afectaba. Habían robado en varias casas cercanas a las mía, afortunadamente ninguna de dichas casas era de algún conocido y por supuesto, las cosas que se llevaron, no eran de gran valor. Aún así, ¿quién me aseguraba a mí que la mía no podía ser la siguiente? Cerré el periódico, ya no quería saber más, además el desayuno se me estaba atragantando.

- ¡Sección de Deportes! – esa era Alex, el idiota de mi hermano.

Bueno, quizá no era tan idiota. Era el chico más popular del instituto. Tenía a todas las chicas babeando por sus huesos, más de una vez pensé en poner un puestecito vendiendo palanganas, pero descarté la idea. A parte de ser todo eso, como en las típicas películas, él salía con la chica más engreída del instituto, sí la fabulosa capitana de las animadoras. ¡Qué emoción! ¿No podía salir con la empollona de la clase? ¿Tenía que salir con semejante proyecto de persona? Creo que las dos nos odiábamos tanto que nos daba repulsión estar cerca la una de la otra, pero la verdad es que me daba igual.

Afortunadamente para mí, Alex no era mi único hermano puesto que tenía un gemelo. Para mi paz y tranquilidad, sobre todo psíquica, Lucas era todo lo contrario a Alex. Eran como gotas de agua, se les diferenciaba porque Alex era algo más alto que Lucas, y porque los percings de Alex tampoco pasaban desapercibidos. Eran morenos, altos, fibrosos, ojos de color miel, pelo corto y de un metro ochenta y cinco más o menos, y un agrado para la vista. Pero ¿qué voy a decir si eran mis hermanos?

- ¡Buenos Días, Aly! – sí, Aly era mi nombre.

En realidad era Alyson, pero nadie me llamaba así. Lucas era definitivamente un cielo de chico, aunque odiaba que me revolviese el pelo por la mañana como había hecho hacía un momento. Alex también era un cielo, pero mostraba muy pocas veces esa vena.
Lucas no tenía novia, cosa que me extrañaba bastante, puesto que tenía el mismo éxito con las chicas que Alex o puede que más, su personalidad jugaba un gran papel a su favor, aunque aparte tenía un montón de supuestas amigas.

Solo eran las ocho menos veinte y ya estaban tocando el claxon en la puerta de casa. ¿No sabían de la existencia de las llamadas perdidas en el móvil? Hacían menos ruido y así solo se enteraría Alex, que era el aludido sin despertar a todo el vecindario. Tampoco entendía demasiado bien porque venían a buscarle, ya que él tenía coche y por encima nuevo.

Me levanté de la mesa y subí al cuarto a coger mi bandolera. Miré por la ventana, al tiempo que veía como mi hermano besaba a su encantadora novia y se alejaban de la casa en el coche de Eric, el mejor amigo de Alex.
Oí gritar mi nombre y bajé las escaleras apresuradamente. Lucas miraba por la ventana de la cocina, ceñudo. Era raro, pero últimamente lo hacía demasiado y siempre era señal de mala espina.

- ¿Qué pasa, Luke? – miré por la ventana y ahí estaba otra vez. Una chica de unos quince años, menudita, de tez pálida y una melena cortita y de color negro carbón miraba apoyada a un árbol hacia nuestra casa - ¡Ah! Tu admiradora secreta - me burlé.

Esa chica llevaba rondando por nuestra casa unas dos semanas, puede que más, y siempre aparecía cuando Alex se marchaba.
- ¡Qué graciosa eres! – a mi hermano no le gustaba que le persiguieran, bueno posiblemente a nadie. Pero si contamos que siempre había algún corro de chicas que le seguía por el instituto y que le vigilaban cada movimiento como si estuvieran estudiándole, creo que era totalmente comprensible. En mi opinión, tenía pánico a las relaciones serias, pero era su vida y yo no me metía. Cuando nos quisimos dar cuenta la chica había desaparecido del mapa y casualidad vinieron a recogerme, como de costumbre - ¿Dónde está?

- Ni idea, pero será mejor que vayamos yendo para clase – contesté apresurándome hacía la puerta.

No, no iba al instituto con mi hermano. La verdad, no me vería entrando con ninguno de los dos, aunque alguna vez Lucas intentara que fuese con él. Creo que Alex, daba por hecho que me negaría en rotundo, contando con la buena relación que tenía con sus amigos y novia.

Salí de casa hablando con mi hermano sobre la extraña chica que lo perseguía. Mis amigas me estaban esperando en la puerta de la verja mirando al vecino de en frente, Miguel, o puede que al de al lado, Daniel. La verdad no estaba segura, los dos chicos estaban el uno al lado de otro, así que era imposible saber a quién miraban de los dos mis amigas, aunque posiblemente estuvieran mirando a los dos a la vez.

- Si quieres saber quién es, tendrás que salir un día antes de que se vaya – mi idea no le hizo demasiada gracia a mi hermano, pero afirmó que era la mejor idea. Claro que si era la única idea que había, tenía que ser la mejor y la peor, a la vez. Me quedé detrás de las tres chicas que me esperaban; Roxy: una chica castaña, de pelo liso y largo con flequillo, ojos marrones, delgada y no demasiado alta; Susan: larga melena rubia, ojos azules, algo más alta que Roxy, pero menos que yo y también delgadita: y Tina; melena por los hombros, morena, ojos verdes, era la más bajita de las cuatro y delgada, aunque nadie se lo creía. No se había dado cuenta de que estaba a su lado, estaban demasiado ocupadas mirando a otras cosas – La próxima vez traeré tres palanganas conmigo.

- Será lo mejor – corroboró mi hermano. Pasó entre las tres chicas para acercarse a sus amigos, Miguel y Daniel, y justo en ese momento se dieron cuenta de que estaba allí mismo.

- ¡Hola! – Tina, creo que todavía seguía en su burbuja o en su nube personal. Cada día, según ella, cambiaba de sitios para respirar nuevos ambientes.

- ¿Cuánto tiempo llevas ahí? – objetó Roxy que se había puesto ligeramente colorada. Iba a contestarlas cuando ¿Daniel se acercaba a nosotras?... ¡Ver para creer!
- ¿Queréis que os llevemos? Hoy llevo el monovolumen de mi padre y entramos los siete – vale, creo que mi cara de sorpresa, no fue ningún secreto para los presentes. Susan comenzó a tartamudear así que al final, optó por callarse y no decir nada. Tina se limitó a poner una sonrisa estúpida, por lo menos para mí que me hacía gracia y Roxy… bueno ella se limitó a aceptar la oferta directamente. - ¿Y tú, Aly?

¡Genial! Me lo preguntaba a mí, y el sabía perfectamente que si mis amigas no hubiesen estado ahí delante suplicándome con ojitos de corderos degollado, en aquel preciso instante hubiese rechazado la oferta.
- Creo que sabes la respuesta…- odiaba cuando sonreía de aquella manera, demasiado encantador y dulce para mi gusto. Además se salía siempre con la suya, ¿por qué tenía que ser guapo? Era odioso, a la vez que casi perfecto.

- Entonces, vamos – Y ahí estaba yo, sentada en el monovolumen del amigo de mi hermano, a la vez que vecino. Me obligaron, más que nada, a sentarme en el asiento del copiloto. Yo me quería sentar en uno de los asientos traseros, pero mi hermano insistió tanto que no pude negarme. A veces era un pesado.
Pasé los veinte minutos de viaje mirando por la ventanilla, sin casi mediar palabra. Y digo casi, porque Daniel intentó sacarme conversación cada dos por tres. A veces, prefería estar con Miguel, era más frío y callado que Daniel y mi hermano juntos, aunque eso tampoco era muy difícil.

Ese día casi mato a mis queridísimas amigas, tuvieron la genial idea de aceptar la nueva oferta de Daniel de llevarlas a casa y por consiguiente a mí.
Si antes dije que nunca iba con mi hermano al instituto, desde aquel día mi afirmación se fue al traste. Ahora, prácticamente todos los días iba con él y lo peor de todo es que él no se negaba a que yo fuese.

Pero tenía que llegar el día en el que Alex, me viese bajar del coche de Daniel con los demás.
- Vaya, vaya. ¿Ahora vienes con Luke a clase, hermanita? – tenía que hacerse el graciosillo y el chulo delante de sus estupendos amigos o si no, no era persona. Su estúpida novia le reía las gracias, que de divertido tenían poco.

- ¿Tienes envidia, Alex? – sí, había dado en el clavo, su cara cambió radical de expresión – Tranquilo que cuando cambies de novia, si es que se la puede llamar así, y de amigos, vendré contigo. Hasta entonces, espera sentado. – era la primera vez que contestaba a mi popular hermano delante de todos. Normalmente me callaba y hacía caso omiso de sus estúpidas palabras, pero él sabía perfectamente que odiaba tener que subirme cada mañana al coche de Daniel, solo para hacer felices a mis amigas. No supo qué contestar, se quedó medio shockeado en el aparcamiento con cara de lelo y encima Lucas, Miguel y Daniel se empezaron a reír de él, disimuladamente.- No te preocupes, sobrevivirás – le susurré al oído mientras me marchaba y le daba unas palmaditas en el hombro.
La que me montó en casa montó en casa fue gorda, aunque divertidísima. Lucas no paraba de reírse todo el rato. Cada frase que me decía Alex, era cada frase que le hundía en lo más profundo con una simple contestación calmada. Además luego Lucas no paraba de tomarle el pelo. Los dos eran polos opuestos, pero se llevaban genial, aunque sus amigos no tanto. Llevaban dieciocho años juntos, bueno casi diecinueve y aunque no quisieran los lazos de gemelos les unían demasiado. Eran los apaciguadores cuando los “populares” y los “corrientes” se enzarzaban en alguna discusión.
Solo había un problema, que cuando Cassie era la que se peleaba conmigo, Alex no sabía a quién defender. Yo era su hermana y sabía que aunque no me defendiera, tarde o temprano acabaría perdonándole, pero con Cassie no estaba tan seguro. No era la primera vez que ella le dejaba por defenderme a mí, pero mi hermano, tonto de él, se arrastraba como un perrito faldero y ella volvía a caer en sus brazos.

Llegaba el día de mi cumpleaños, iba a cumplir los diecisiete y solo por tocar la moral, Lucas no dejaba de preguntarme qué era lo que quería de regalo, creo que no entendió que no quería nada, ninguna de las cuatrocientas veces que se lo dije. Me desesperaba, hasta más no poder. Un día tuve que sacarle a patadas de mi cuarto porque no me dejaba leer tranquila, atranque la puerta y todo. Alex, por el contrario, ya me había comprado el regalo. Sí, suena raro, pero es que a la hora de conocerme mejor, Alex es el que más conciencia tiene de mis gustos etc, aunque pase más tiempo con Lucas.
- Aly ¿cómo quieres celebrar tu cumpleaños?- la pregunta de mi padre me pilló desprevenida y de sopetón en medio de la cena. En realidad no tenía intención de celebrarlo.
- Si quieres puedes celebrarlo aquí en casa – mi madre no me ayudaba nada, dándome ideas que no quería oír. – Esa semana nosotros nos vamos, así que tienes vía libre para invitar a tus amigos. – ahí definitivamente mi madre metió la pata hasta el fondo. Faltaba una semana para mi cumpleaños, es decir, el tiempo suficiente para que mis dos gemelos favoritos hiciesen una fiesta con sus amigos. Ya estaba viendo planos de la casa y las divisiones de ésta para que los amigos de unos no se encontrasen con los del otro. Y luego a mis amigas las dejarían ir pululando por toda la casa como si nada.
- No sé si quiero celebrarlo – dije definitivamente. El susto que se llevó Alex, casi hace que mi tenedor saliese volando por todo el comedor. No me di cuenta de que si yo no hacía fiesta, mama posiblemente no se iría y entonces, ellos no podrían hacerla. Sin contar la parte de que me daban a mí el permiso y no a ellos, pero ese permiso para mis hermanos, sobre todo para Alex, era como para todos.
- Alex, tranquilízate – mi padre era demasiado ingenuo en esos casos. Se pensó que el susto de Alex iba porque no quería celebrar mi cumpleaños y obviamente, estaba muy equivocado.
La cena transcurrió medianamente tranquila. Lucas consiguió que al final, aceptase la invitación de celebrar mi cumpleaños con una fiesta en casa, aunque los dos, Alex y Lucas, sabían perfectamente que no me apetecía.

Al final la noche del viernes no sería tan tranquila. Para una vez que hacía zapping en el salón, alguien tenía que llamar al timbre. Mis padres estaban en su estudio, repasando el planning del viaje es que iban a hacer. Alex, se había marchado ya, como de costumbre a esas horas y Lucas se estaba duchando. Así que me tocó tener que ir a abrir la puerta. Yo con mi ropa de estar por casa, siendo las once de la noche, no iba a estar con la ropa de la calle puesta, a no ser que fuera a salir, dado que no era el caso. Mi camiseta de tirantes blanca, mis shorts negros de pijama, mis calcetines gordos para andar por la casa, mi moño despeinado y yo fuimos a abrir la puerta con toda la tranquilidad del mundo.

Claramente no esperaba encontrarme con quien me encontré cuando abrí la puerta. Miguel estaba delante de mí con su cara de asombro y yo tan tranquila esperando a que me dijese qué quería. Pues nada, me puse a jugar con mi pelo, apoyada contra la puerta, esperando a que volviera a pisar el suelo o algo.

- ¿Está Lucas? – preguntó al fin. No tardó tanto, solo le costó un par de minutos el reaccionar, pero aún así, me pareció una eternidad.

- En la ducha – conteste como si fuera obvio, al menos para mí lo era. Lo extraño era que Daniel no estuviese allí también, pero al parecer se había ido el fin de semana con unos primos a hacer surf o algo así.

- ¿Tardará mucho? – era el chico de las preguntas. En realidad no, pero esa noche le dio por preguntar bastante. No sabía exactamente qué contestarle, no solía cronometrar a mi hermano en la ducha, por lo que tampoco era consciente de cuanto tardaba en la ducha, para esas cosas era mejor Alex, le tenía calado.

- Supongo que no – pillada la indirecta de “¿me dejas pasar?” Miguel entró en mi casa, no le iba a dejar fuera al chico, total era amigo de mi hermano. Le iba a dejar en el hall, pero al final le invité a que se viniera conmigo al salón. Quedarse en el hall era una estupidez. Casualidades de la vida, cuando llegaba al salón con Miguel, mis padres salían de su estudio. La cara de susto-sorpresa de mi padre fue bastante cómica, la verdad. Creo que por su cabeza pasaron bastantes cosas que no tenían nada que ver. Mi madre optó por reírse, sobre todo de mis pintas, aunque ella ya estaba acostumbrada a verme a así. Pero se reía más bien de la cara que se imaginaba que habría puesto Miguel al verme de esa guisa.
- Ya estoy lis… - la cara de alucinado de mi hermano también fue de foto. Una pena no haber tenido la cámara cerca - …to – consiguió terminar la frase, aunque le costó lo suyo.
- Madre mía…En fin ¿queréis dejar todos de alucinar?- era bastante molesto la forma en la que me miraban.

Me solté el moño porque me estaba molestando, pero en mal momento me lo solté. Mi padre empezó a hacer divagaciones extrañas sobre mi vida sentimental y el interrogatorio mental pasó a ser hablado. Todas las preguntas iban dirigidas a Miguel que no sabía qué responder para que mi padre le creyera. Al final tuvo que meterse Lucas porque yo no tenía intención de contestar a semejantes tontería. Simplemente me cruce de brazos y observé lo que parecía una partida de pin pon. Miguel se enfadó algo conmigo, pero claro si a él que era el más aludido mi padre no le creía, a mí menos. Claro que al final hasta mi madre intervino, mandando a mi padre a la cama.

- ¿Vienes con nosotros? – mi hermano como era costumbre tenía que romper el silencio que más o menos reinaba, si no contamos con el ruido de la tele.

Creo que su pregunta le sorprendió a Miguel tanto como a mí, lo estaba asimilando todavía cuando el teléfono sonó y me aferré a cogerlo para no tener que contestar a mi hermano. ¡Ojala no hubiera cogido ese dichoso teléfono!, para darme más malas noticias o peor, para hacerme la misma pregunta, pero proveniente de otra persona debería haberme ido a la cama en cuanto Alex salió por la puerta de casa.
Roxy se estaba poniendo pesada, además que los gritos de Susan por detrás de su voz no ayudaba a que me pusiese de acuerdo con mi mente. Más claro agua, mi hermano lo había hecho a posta. No podía creerme lo que le dije a Roxy y por consiguiente a los dos allí presentes. Colgué el teléfono y antes de subir a mi cuarto a arreglarme algo, miré mal a Lucas que me sacó la lengua, delatándose.
El sueño de mi vida ir a una fiesta donde conocía todos, pero no me hablaba con nadie. Para más sorpresa, ¿qué hacía Alex allí con sus amigos? Definitivamente estaba teniendo un mal sueño y sabía como iba a acabar.
Yo y mis despistes, toda una colección que temo no acaben nunca. No sé cómo me lo monté, pero acabé en una cocina sola y con mis hermanos, mis amigas y los amigos de mis hermanos andando libremente por la casa de… no sé quién. Pero mi pesadilla solo acababa de empezar, con la de amigos insoportables que tenía Alex, me tenía que encontrar con el peor de todos, con el plasta de Eric.
- ¿Te han dejado sola? – esa voz me ponía de los nervios. Puede que con las demás chicas funcionase, pero conmigo no. Además ¿quién se creía que era para rodearme por la cintura con tanta libertad? Me aparté de él como sutilmente pude y le mira con, digamos, entre una mezcla de desprecio e indiferencia, no muy bien combinadas – Siempre me ha gustado tu agresividad – lo que me faltaba por oír, la declaración de un baboso.

Cuanto más me alejaba yo, más se acercaba él. ¡Qué genial!
- ¿Me harías el favor de perderte? – ni con esas se iba. Con mi gran suerte (se nota que nunca encontré un trébol de cuatro hojas, ya que me cansé de buscar y lo di por imposible) acabé arrinconada contra un armario a un lado, la encimera de la cocina al otro y a mi espalda la maldita pared ¿Para qué la habían puesto ahí? Era lo primero que pensé, ya que en ese momento me molestaba demasiado - ¡Apártate Eric! – le amenacé, pero no me hizo el menor caso.

Para cuando me quise dar cuenta ya le tenía encima y me era casi imposible moverme. Le veía venir, pero era incapaz de apartarle de mí, no tenía tanta fuerza, además ya me tenía agarra por las muñecas. Por más que me movía no conseguía que se alejara de mí y me estaba poniendo de los nervios, enfadándome y ¡ah sí!, tenía ganas de vomitar.
- No te resistas, sé que es lo que quieres desde siempre – su susurro casi me hace vomitar definitivamente, puse una cara de asco impresionante.
Cada vez iba haciéndome más la sorda, porque sus tonterías en mi oído me estaban poniendo enferma. Reaccioné tarde, pero reaccioné. Aunque claro para cuando reaccioné tenía su lengua en mi campanilla y estaba a punto de ahogarme. Le metí un rodillazo en donde más le duele y me lo quité de encima, por fin. Le empujé y acabó en el suelo, contra la encimera, quejándose. ¡Será nenaza! Ahora tenía que desinfectarme la boca, pensé en lejía, pero no quería intoxicarme. Me giré buscando algo para quitar el mal sabor de boca y me encontré con Miguel cara a cara.
- ¿Estás bien? – su pregunta me dejó al shockeada, pero asentí. Bien estaba con ganas de vomitar, pero bien al fin y al cabo – Te lo iba a quitar de encima, pero ya he visto que te las apañas sola. –miré a Eric, aún quejándose del rodillazo. Vale que le di en una parte sensible, pero no fue para tanto.

- Un poco tarde, pero sí, me las he apañado – corroboré.

Vi la nevera y la atraqué. Cogí lo primero que no fuese agua y tuviese un sabor medianamente decente para enjuagarme la boca.

Acabé enjuagándome la boca con zumo de tomate, creo. Estaba malo, no me gustó nada, pero mejor que el sabor a Eric, ya era. Cuando Eric se hubo recuperado de su dolor, salió de allí fulminando con la mirada a Miguel, pero éste ni se inmutó.

Alex no tardó mucho en enterarse de lo que había intentado su amigo, solo que la versión que escuchó fue algo diferente. Tres chicos, amigos de Eric y Alex llegaron a la cocina cuando yo estaba escupiendo el zumo de tomate en el fregadero. No podía creer lo que estaba viendo.

- Así que tú eres el listo que ha tocado a Eric – dijo uno de ellos. No sé quien era, bueno sí lo sabía, pero no me acordaba del nombre del chico. Empecé a reírme, la situación lo merecía. Los malotes del lugar pretendían meterse en una movida que no tenía sentido.
- Ha sido ella – se limitó a decir Miguel con sangre fría. Tenía razón, fui yo la que había dejado sin descendencia a Eric. Los tres chicos me miraron y asentí, pero no sé porqué no me creyeron. ¡Ah sí! Era una chica, ¡qué novedad…!
En serio, no sé cual de todos los amigos de Alex era más tonto porque cada uno tenía su estupidez particular. Solo esperaba que mi hermano no acabase como ellos.
Toni, que así se llamaba el fiel guardaespaldas de Eric, agarró por la camiseta a Miguel, estampándole contra la pared, con agresividad. Éste le propinó un empujón que a poco más hace que Toni caiga al suelo. Arremetió un puñetazo contra Miguel que no sé cómo lo esquivó y encima le dio él un puñetazo en el estómago. Me estaba quedando alucinado por momentos. Toni, digamos que de pequeño tenía poco y que Miguel era la mitad que él, sin contar que siempre le había tomado por un chico calmado y sereno.
No pude ir a ayudar a Miguel, los otros dos estúpidos me agarraron, uno por cada lado. El pelirrojo con muchas pecas en la cara se llevó un buen pisotón en el pie como regalo de la casa y el rubio de bote un codazo en las costillas mientras me intentaba librar de ellos. ¡Qué pesados! No me dejaban en paz y Miguel acaba de recibir un puñetazo en la sien que le hizo caer de rodillas al suelo. El grandullón le hizo una llave echándole la cabeza hacia atrás. Estaba a punto de gritar cuando mis dos hermanos aparecieron. Lucas se abalanzó sobre Toni que soltó a Miguel y éste cayó al suelo apoyándose con las manos. Alex me quitó de encima al pelirrojo, ya que yo ya me estaba encargando de liberarme del rubio con un puñetazo en toda la nariz. ¡Qué daño! Me tuvieron que poner hielo y todo. Fui un poco bruta, pero estaba tocando las narices y se lo merecía.

Cuando logré soltarme de los dos pesados entrometidos me acerqué rápidamente a Miguel que estaba todavía de rodillas e el suelo. Le ayudé a levantarse, mientras Lucas le reprochaba a Alex la locura de sus amigos. Odiaba ver a mis hermanos peleándose de aquella manera.

Alex contaba la estúpida mentira de Eric, como excusa, pero Lucas le negó mil y una veces que eso era totalmente falso. Me harté de sus gritos y decidí intervenir a fin de cuentas había sido culpa mía. Dejé a Miguel con Roxy, Susan y Tina que le llevaron al coche aún algo aturdido por el puñetazo.

-¡CALLAROS! – les grité poniéndome entre los dos. Me dolía la mano muchísimo, pero conseguí empujarles a los dos, usando una mano para cada uno - Alex no seas idiota. He sido yo la que le ha dado a Eric – mi hermano se quedó lívido del todo, la verdad los dos se quedaron lívidos. ¿Tan extraño era que me defendiese de eso? – Sí, he sido yo y no me miréis así. Solo me he quitado de encima al estúpido de tu amigo. Casi me ahoga con su lengua de serpiente – Lucas apretó los puños al oír que Eric me había besado sin mi consentimientos y Alex miró a Eric que estaba allí mismo solo que alejado de nosotros. Yo no mentía y menos con esas cosas. Alex podía confiar en mi palabra al igual que Lucas – Búscate otros amigos, es un consejo de hermana – le miré decepcionada, al tiempo que salía en silencio de allí seguida de Lucas.

Lucas y Alex estuvieron bastante tiempo sin hablarse, todo el fin de semana al menos. Lucas intentaba esquivar a Alex y yo tampoco me quería meter. Se arreglarían como siempre. Nunca habían aguantado más de cuatro días sin hablarse y en casa a todos se nos hacía raro el no oírles discutir sobre temas estúpidos y sin fundamente.
Porque dormían en diferentes cuartos que si no, seguramente tendríamos montada alguna buena todos los días. Puede que pensara que Alex era idiota o que era un chulito redomado sin cabeza, pero era mi hermano y me preocupaba por él.

El lunes decidí ir andando a clase por lo que salí de casa antes que mis dos hermanos. Me puse los auriculares y la música bastante alta. No parada de darle vueltas al mismo tema. A Miguel no le hubiese ocurrido nada si yo no hubiese salido y ahora mis hermanos no estarían enfadados. Contuve las lágrimas, no me iba a servir de nada llorar, además pasaba de llegar a clase con los ojos rojos.
Solo tuve un pequeño fallo y es que por ese camino pasarían Alex y Lucas un poco más tarde. Seguí caminando inmersa en mis pensamientos. Hundí las manos en los bolsillos del pantalón mientras pateaba a una piedrecilla que había en el suelo distraídamente. Miré hacia la carretera para cruzar, allí estaba Alex. Tener esa mirada incrustada en mi mente todo el día. Eric aceleró en cuanto yo crucé y desaparecieron en la primera curva que había.

No me lo podía creer, pero comenzó a jarrear. Me puse la capucha de la sudadera, aunque no hiciera demasiado efecto y continué mi camino. Estaba claro que había elegido un mal día para ir caminando hasta el instituto. Un coche pasó a toda velocidad por encima de la carretera y me caló entera, de pies a cabeza, aunque técnicamente ya lo estaba. Pensé en comenzar de nuevo mi búsqueda del trébol de cuatro hojas porque tanta mala suerte no podía ser normal.

Creí ciegamente en que me encontraría con Lucas y por consiguiente el monovolumen de Daniel y mis amigas dentro, pero me equivoqué. Al parecer fueron por otro lado. Por una parte lo agradecí, pero por otro lado estaba calada, llovía y tenía frío. Me froté los brazos para conseguir algo de calor, pero estaba completamente mojada y en vez de sentir calor, tenía más frío. Empecé a tiritar sin creérmelo, nunca había tenido tanto frío y además estábamos en abril. La chaqueta me pesaba horrores y eso que era de verano y la llevaba por si acaso, pero si le sumamos el agua que había en mi sudadera pues creo que tenía, al menos, tres kilos más de peso sobre mis hombros. Me quedé debajo del primer porche que vi, esperando que la lluvia amainase y pudiese al menos llegar al instituto y cambiarme de ropa.
Me senté en el suelo abrazándome las piernas y hundiendo la cabeza entre ellas, intentando encontrar calor por algún resquicio de mi cuerpo. El agua no dejaba de caer e iba a llegar tarde al final, aunque me preocupaba más la pulmonía que iba a coger.
Sentí algo sobre mis hombros, una chaqueta o puede que una manta. Levanté la cabeza confundida, sobretodo. En frente de mí estaba Miguel tendiéndome una mano para ayudarme a levantarme. Tenía el pelo mojado y la ropa también. Me levanté del suelo y comprobé que efectivamente era su chaqueta lo que tenía sobre los hombros. No sabía qué decirle, me estaba mareando y mi cerebro se había casi congelado.

- Gracias – musité al fin. Me resbalé con el escalón que había, pero él consiguió agarrarme antes de caer al barro que tenía el jardincito.
Ese día Miguel iba a clase con su coche, no me atreví a preguntarle porqué en ese momento, aunque me intrigaba. Nos sentamos en los asientos traseros, donde gracias al espejo retrovisor pude ver que tenía los labios violáceos. Estaba mojando la chaqueta de Miguel y seguía teniendo frío. Mis padres no estaban en casa y yo, lista que soy, me dejé las llaves dentro. Para poder entrar tendría que esperar a que mis hermanos volviesen a casa porque mis padres habían adelantado el viaje y ahora estábamos solos.

- Te llevaré a casa – acabó por decir Miguel mientras me frotaba los brazos.

- No tengo las llaves… Y no hay nadie – hice una mueca un poco extraña, pero creo que se debió al escalofrío que sentí en aquel momento, al no tener las llaves de casa.
Me miró pensativo, intentando buscar una solución al problema y la encontró. Aunque no era la solución que me esperaba. Me llevó hasta su casa, es decir, la casa de en frente a la mía. Nunca había estado en su casa, ahora que me ponía a pensarlo. Era amplia, quizás un poco más pequeña que la mía, pero igual de bonita. La distribución era diferente, pero nada tenía pérdida. Subimos a su cuarto, donde me dejó una toalla y su hermana mayor, Belén, me presto ropa seca que prometí devolver. Para ser hermanos, mucho no se parecían. Belén era de mi estatura más o menos, es decir, que no pasaba de metro sesenta y cinco, tenía el pelo rojizo, aunque claro era teñido y tenía unos ojos verdes impactantes. A diferencia, Miguel era moreno, alto, ojos marrones, el pelo lo tenía corto y atractivo.
No estuvimos mucho tiempo con ella puesto que se marchó a clase, a la universidad. Creo que me dijo que estudiaba medina o algo del estilo.
Mi móvil se había ahogado y no tenía pinta de querer volver a funcionar, así que Lucas ya sabría qué regalarme. Miguel llamó a mis hermanos, a Alex concretamente, cosa que me extrañó porque no se podían ni ver, casi. Y les avisó de que estaba bien, que no tenía llaves etc, etc.
Me pasé toda la mañana con Miguel sentada en un puff de su cuarto y envuelta en una manta que me reconfortaba por momentos. No hablé mucho con él, aunque tampoco sabía qué contarle y creo que hubo un rato en el que los dos nos quedamos completamente dormidos.
Cuando me desperté estaba en mi cama, tapada con el nórdico hasta arriba y vestida con la ropa de Belén, aún. En la mesilla de había una tazón de chocolate caliente, unos bizcochitos y una nota.
Leí primero la nota, me picó la curiosidad antes que el hambre. La nota era de Alex, había sido él, el que fue a recogerme a casa de Miguel y me había llevado a la cama. La nota no daba demasiada información más, solo me pedía que me pusiera bien y comiera lo de la bandeja.
Por una vez le hice caso a Alex y comí lo de la bandeja. Creo que estaba delirando porque juraría haber visto entrar hacía medio segundo a Daniel por la puerta de mi cuarto. Debía de tener fiebre y estaba soñando cosas rarísimas o eso pensaba hasta que la voz de Daniel retumbó en mis tímpanos.
- ¿Qué tal estás? – su pregunte me dejó confundida, no sabía como estaba realmente. Pensé que la cabeza me iba a estallar en cualquier momento. Mis mejillas se sonrosaban cada vez más y más a cada momento - ¿Aly? – creí oír mi nombre aunque mis oídos comenzaron a dejarme tirada y la verdad el mundo me daba muchas vueltas de repente.
Creo que me desmayé porque cuando me desperté estaba en una camilla de hospital con, para mi gusto, demasiada gente alrededor. Abrí los ojos con dificultad, como si me pesaran y llevase tanto tiempo sin abrirlos que ya no sabia como hacerlo. Algo se aferraba a una de mis manos, supuse que era otra mano o bueno otras manos.
La luz fluorescente del hospital me dejó medio ciega y tuve que volver a cerrar los ojos. Escuchaba mi nombre por todos los lados y no podía canalizar una única voz.
- Me vais a desgastar el nombre - concluí con un fuerte dolor de cabeza, lo cual me hizo llevar mi mano libre hasta mi cabeza.

Conseguí abrir los ojos, no del todo, pero podía distinguir perfectamente a la gente que me rodeaba. El que me agarraba la mano era Alex que parecía que le había dado un infarto, estaba pálido. Al otro lado se encontraba Lucas con expresión seria, a mi modo de ver, atacado de preocupación. A mis pies puede ver a Daniel hablando con su padre, que era mi médico en ese momento. Y los demás eran Roxy, Susan, Tina y Miguel que estaban esparcidos por los lados de la camilla. Di gracias al cuelo por no tener algún hueso roto, porque las chicas me lo hubiesen roto del todo. ¡Menuda forma de tirarse encima de mí! Acabé espachurrada por tres amigas histéricas que me chillaban al oído y no ayudaban a que mi dolor de cabeza amainara.
- Tía ¡Qué susto! Pensábamos que te habíamos perdido – me encantaba la forma de animar de Roxy, definitivamente me daba por muerta y no se cortaba en decírmelo. ¡Tener amigas para esto!
- Nos tenías en vilo – Susan fue la primera en quitarse de encima, cosa que la agradecí con creces, ya podía respirar muchísimo mejor - ¿Cómo te encuentras?
- Gracias por la confianza Rox – sacudí la cabeza para apartarme un mechón de pelo de la cara, a poco más y me lo como – Eso creo, Sue. Aunque me duele la cabeza – murmuré con fastidio.
El padre de Daniel volvió después de atender a otro paciente. Siempre me había caído bien. Tomás, era un hombre simpático y uno de los mejores médicos de la zona.
- Bueno Aly has tenido suerte de desmayarte delante de Daniel – esa frase me sonó, extrañamente mal – En principio no tienes nada grave, pero Miguel me ha comentado que estuviste bajo la lluvia un buen rato esta mañana – asentí, solo a mí se me ocurre ir andando al instituto, la próxima vez cogería el bus, como de costumbre – No te preocupes, has cogido una gripe bastante fuerte, pero nada que no se pueda arreglar con antibióticos. Por lo demás estás como una rosa – me firmó unas recetas y se las dio a Lucas que seguía con el ceño fruncido. Creo que estaba enfadado por algo, pero no conseguía distinguir porqué.
- Gracias – me levanté de la camilla en cuanto me querida Roxy se quitó de encima, ya que se había puesto cómoda, la muy pedorra (desde el cariño)
Salí del hospital mirando una de las cajas de los antibióticos que tenía que tomar. ¿Por qué los ingredientes tenían nombres tan rebuscados? Me costaba hasta leerlos.
Cuando llegué a casa, Alex telefoneó a nuestros padres que ya estaban de viaje en ese momento. Como no me pasaba, técnicamente, nada grave mis hermanos calmaron a nuestros padres pudiendo convencerles para que siguiesen con su viaje, ya que yo estaría bien bajo su cuidado.
Esa semana no fui al instituto, la verdad es que hubiese preferido ir, con tal de no recibir una llamada a cada hora preguntándome si necesitaba algo, era realmente una pesadilla… Si no era Lucas, porque era Alex y si n o eran ellos, eran alguna de mis amigas.
El jueves estaba casi recuperada del todo y el viernes ya perfectamente, como una rosa según Tomás. Aunque todavía tosía de vez en cuando, por lo demás el lunes ya podría ir a clase.
Como era de esperar mis hermanos, que ya no estaban tan enfadados, habían organizado cada uno una fiesta con sus amigos, resumiendo… El sábado tendría en casa a medio instituto y no me hacía demasiada gracia.

Llegaba el sábado y recibí nada menos que once llamadas y treinta mensajes de texto, pensé que el móvil se me iba a quemar y eso que era nuevo. Mis orejas tampoco pasaron desapercibidas, mis hermanos se pasaron tirando de ellas, llegué a pensar que las querían para algo.
Susan, Roxy y Tina vinieron a comer a mi casa, se lo merecían. Su regalo de cumpleaños me encantó. No pensé que se iban a trabajar tanto. Me hicieron un mural gigante con fotos, dibujos, conversaciones etc… Todo lo que se te pueda ocurrir que haya podido pasar en diecisiete años de vida con esas tres locas a mi lado. Colgué el mural en mi cuarto, en la cabecera de la cama. Quedaba realmente bien puesto ahí y de pequeño tenía poco.
La foto que más me gustaba era la central y una de las más recientes que tenía con mis tres mejores amigas. Dicha foto fue tomada en la semana que nos fuimos a Italia con el instituto. Mis hermanos también fueron, ya que era uno de esos intercambios culturales que se hacían. El día de la foto nos fuimos a esquiar, bueno a hacer snowboard a los Alpes. Un lugar precioso, sin duda y mi hermano Lucas nos la sacó. Lo que más me gustaba de esa foto, era que no estaba preparada, si no que Lucas la sacó cuando nosotras no nos dimos cuenta y , para ser totalmente sincera, salíamos realmente bien.
- Aly, ¿sigues aquí? – la mano de Tina por delante de mi cara me devolvió a la realidad. Me había quedado completamente ensimismada mirando al suelo.
- Sí, sí, sigo aquí ¿Qué pasa? – pregunté, puesto que no me había enterado de nada.
- ¿De qué pedimos las pizzas? – preguntó Alex que estaba al teléfono.

- Me da igual. Coger de lo que queráis.- la verdad es que no me apetecía ponerme a pensar qué tipo de pizza quería, además que me gustaban todas.
Alex suspiró, miró la propaganda que tenía sobre la encimera y pidió seis pizzas distintas. En mi opinión seis pizzas era una barbaridad contando que éramos seis personas y que las pizzas eran familiares. Luego supe que venían otras tres personas más a comer y entonces pensé que era más lógico lo de las pizzas.
Llamaron a la puerta y fui yo a abrir, normalmente no solía abrir la puerta, pero Lucas no estaba en ese momento y Alex estaba poniendo la mesa mientras charlaba con mis amigas animadamente, mientras le ayudaban.
- Hola – saludé a la chica que tenía enfrente de mí - ¿Quieres algo? – no la conocía de nada, pero su cara me era extrañamente familiar. Se me quedó mirando fijamente, sin decir ni una palabra. Me extrañaba bastante, la chica no parecía mayor que yo - ¿Sigues ahí?

Pasé mi mano por delante de sus ojos y sin a penas pestañear me agarró la mano y comenzó a tirar de mí. Intenté soltarme, pero tenía demasiada fuera. Grité a mi hermano, estaba asustada y encima la mocosa me estaba haciendo daño.

- Tu te vienes conmigo – fue lo primero que la oí decir mientras me arrastraba fuera de la casa. Seguía gritando a mi hermano que llegó corriendo a la puerta cuando yo ya estaba casi en la furgoneta negra que estaba aparcada delante de mi casa.
- ¡SUÉLTAME! – la ordené dándola una patada en la espinilla. La chica me soltó, pero se enfureció más.

Aunque normal, yo también me hubiese enfadado. Corrí hacia la casa y vi como mi hermano daba golpes a una especie de campo de fuerza invisible que había en el hueco de la puerta y no le dejaba salir. Di por hecho que si mi hermano y mis amigas no podían salir de la casa, yo no podría entrar. Di media vuelta, esquivando a la psicópata chica de pelo carbón que me perseguía. Salté la vaya de mi casa con precisión, al igual que los arbustos. La verdad, no sé cómo lo hice… nunca antes lo había hecho. Corrí con todas mis fuerzas y con la rapidez que tenía hacia la casa de Miguel. Otra chica y un chico, aparentemente algo mayores que la otra muchacha, salieron de la furgoneta. Golpee la puerta de la casa de Miguel con todas mis fuerzas mientras le llamaba a gritos y le pedía ayuda.

Los tres extraños se me acercaban cada vez más, la chica de pelo color platino e intensos ojos verdes, la que había salido de la furgoneta, estaba a punto de capturarme cuando Miguel abrió la puerta y agarrándome del brazo me metió en la casa, cerrando la puerta rápidamente.
Cuando recuperé mi razón de ser lo primero que hice fue abrazarme a él, llorando totalmente descolocada y asustada. Me sentía impotente y él corazón me latía a mil por hora. Miguel intentaba tranquilizarme por todos los medios, mientras me correspondía al abrazo, cosa que estoy segura de que le sorprendió tanto como a mí después del shock que estaba viviendo.
- ¿Estás bien? – me susurró con una voz que calmaría a cualquier bestia. Asentí levemente, aún aferrada a él. Tenía miedo de soltarlo y de que me intentaran llevar de nuevo – Se han ido, estate tranquila ¿vale?

No podía estar tranquila, una chica de unos quince como mucho casi me secuestra y sus dos amigos ídem de lo mismo. El teléfono de la casa sonó y Miguel me hizo sentarme en el sofá del salón de su casa junto a él, ya que mis músculos se tensaron por el miedo y era incapaz de soltarle por más que quisiera. Al otro lado del teléfono se podía distinguir la voz histérica de mis amigas de fondo y una voz más seria y profunda que era de mi hermano Alex, preguntando por mí.
- Está … - meditó la pregunta, mientras me miraba - … bien – intentó tranquilizar a mi hermano.

- ¿Quién cojones eran esos? – pude oír como Alex le pregunta al vecino.

- Ni idea – contestó Miguel, calmado. Cerré los ojos y hundí la cara en el cuello de Miguel cuando noté como me acariciaba el pelo y por momento me sentía más reconfortada.

- ¡Serán hijos de puta! –fue lo último que oí antes de quedarme dormida en los brazos de Miguel.

Comencé a soñar, o eso creía. Dos cuerpos encapuchados con túnicas azul marino hablaban delante de mí como si no supieran que estaba allí. Me acerqué con sigilo y me escondí detrás de una columna de piedra para escuchar mejor.
Me encontraba en una sala antigua, posiblemente hecha en la Edad Media, ya que se parecía un poco a una especie de castillo o una iglesia de esa época. La única iluminación que había era la tenue luz que desprendían las antorchas puestas en las paredes.
- Han venido a por ella – la voz de uno de ellos me resultaba extrañamente familiar, pero no conseguía distinguir a quién pertenecía.

- ¿Por qué ella? – preguntó la otra voz que era de mujer, o eso me parecía, aunque sonaba a mayor.

- Lo desconozco, pero se nos agota el tiempo.

- Tendrás que decírselo, aunque no debería saberlo, todavía – la voz de la mujer sonaba intranquila y pude distinguir un suspiro al final de su frase.

- No puedo – aseguró el chico sorprendido por lo que le decía la mujer.

- Está en juego su vida y tu deber es protegerla.

- ¿Cómo lo hago, Estel?- el chico parecía totalmente fustigado y apenado - Me odiará y la asustaré, así no podré protegerla porque no me dejará acercarme a ella.

- Pues tendrás que convencerla mi querido niño – la mujer se bajó la capucha y pude observar la cara de una mujer de entrada edad que parecía la más buena del mundo. Su cabello rizado y rubio le rejuvenecía el rostro y en sus ojos se podía distinguir profundos sentimientos por el chico que me daba la espalda. Puso sus manos sobre los hombros del chico - Confío en ti y sé que podrás.
Todo comenzó a nublarse a mi alrededor. Me encontré con los ojos rojizos de la muchacha de esa tarde mirándome fijamente. Su figura se iba haciendo más nítida por momentos a mi lado y noté que me faltaba el aire. Miré hacía el chico y Estel pidiendo ayuda, aunque no me viesen y como si mis súplicas fueran escuchadas el chico miró hacia mi posición y apartó a la muchacha con una fuerza extraña. Todo me daba vueltas repentinamente y me costaba respirar.
- Aly… - me llamó la voz de aquel muchacho al tiempo que perdía el sentido y él me sostuvo.
Intenté averiguar quién era, pero la vista se me nublaba y solo pude distinguir como se bajaba la capucha. Desperté en la cama de Miguel con un fuerte dolor de cabeza. Él estaba a mi lado abrazándome, ya que estaba aferrada a su brazo. Supongo que cuando me quedé dormida, me cogió en volandas y me subió hasta su cuarto y cuando fue a dejarme en la cama, le agarré del brazo y cayó a mi lado sin poder hacer nada.
Abrí los ojos pesadamente, me dolían algo y la luz que entraba por la ventana me molestaba con creces. Me giré y me encontré con los ojos marrones de Miguel mirándome detenidamente.
- ¿Cuánto he dormido? – pregunté, puesto que había perdido la noción del tiempo desde el momento en el que abrí la puerta de mi casa y una chica intentaba llevarme con ella.

- No mucho, un par de horas – contestó él con una sonrisa. Le solté el brazo cuando me di cuenta de que aún lo tenía contra mi pecho.

- Perdona – murmuré algo avergonzada. La perspectiva de obligar , casi, a un chico a que me abrazase se me antojaba absurda y estúpida.

- Tranquila – me apartó un mechón de pelo de la cara, extrañamente, con calidez - ¿Te encuentras mejor?

- Más o menos – suspiré. La verdad no me encontraba mejor, ni tampoco peor.
No dejaba de darle vueltas al extraño sueño que había tenido. Parecía tan real. Puede que el hecho de que tuviese una especie de héroe para mí, si es que se trataba de mí, solo hacía que quisiese que fuera todo verdad, pero como dice mi padre “Los sueños son solo eso, sueños”. Esto no era un cuento de hadas y yo no era una damisela en apuros, ni mucho menos, solo era una adolescente con mala suerte y una vida algo compleja.
Estaba bajando las escaleras de casa de Miguel cuando llamaron al timbre. Me quedé paralizada de repente. Las extremidades de mi cuerpo, no querían hacer caso a las señales que le mandaba mi cerebro. Miguel me miró desde al lado de la puerta, donde intentó calmarme con su mirada. Pensé que el corazón se me iba salir del pecho cuando el chico giró el pomo de la puerta. Cuando vi que eran mis dos hermanos y mis tres amigas los que estaban al otro lado del umbral, suspiré. Noté como las lágrimas se apoderaban de mis mejillas y como dejé caer en las escaleras. Acabé sentada en uno de los escalones. Mi hermano Alex corrió hacia mí y me abrazó como nunca lo había hecho. Estaba realmente alterado, ver como me llevaban y no poder hacer nada le había shockeado demasiado y de alguna manera necesitaba comprobar que seguía allí con él. Lucas ni se acercó a mí, se quedó en el hall mirándome mientras murmuraba algo a Miguel que no pude distinguir.
Sue estaba llorando, parecía una regadera, Tina me miraba con pena, como apiadándose de mí y Roxy estaba demasiado nerviosa como para decir o hacer algo más que morderse las uñas.
Abracé a mi hermano también. No paraba de pedirme perdón una y otra vez. Intentaba decirle que no pasaba nada, que no fue culpa suya, pero no me salían las palabras. Cuando recobré más o menos la serenidad miré a Lucas y a Miguel que charlaban en susurros. Por los gestos de mi hermano deduje que estaba enfadado y Miguel se mostraba imperturbable. Miré a Alex pidiendo una explicación sobre qué les pasaba mientras me secaba las lágrimas con la mano. Finalmente Miguel y mi hermano desaparecieron por la puerta del estudio que había al final del pasillo.
- ¿Qué le pasa a Lucas?- pregunté a Alex que había cogido un tono pálido de repente a la vez que una expresión ruda en el rostros.

- Esperar aquí - mi hermano bajó las escaleras y se metió en el estudio también.

Mis amigas estaban más traumatizadas que yo y parecía que no se enteraban de nada de lo que sucedía a nuestro alrededor. En el cristal de la ventana apareció Daniel, me hizo una seña para que le abriera la puerta. Tina miró hacia la ventana y decidió ir ella. Cuando la abrió Daniel entró en la casa con el pelo mojado, estaba lloviendo de nuevo. Frunció el ceño al vernos solas y cerró la puerta rápidamente. Pude ver como dos figuras se movían entre la oscuridad que inundaba la calle en ese momento. Un escalofrío recorrió toda mi espalda, algo pasaba, pero no era consciente de qué era. Daniel nos miró a todas y subió rápidamente las cuatro escaleras que nos separaban del hall. Me agarró de la mano y tiró de mí, para que me levantase.

- Vamos - nos dijo a las cuatro. Nos llevo hasta el estudio. Alex y Daniel discutían con Lucas sobre algo, bastante caldeados los tres. Una vez dentro de la estancia, Daniel cerró la puerta de golpe y puso el pestillo que tenía la puerta insertado en la manilla. Se dio la vuelta, sin soltarme la mano y miró a los tres chicos que se habían callado en cuanto la puerta se cerró – No tenemos tiempo ¡Dejad de discutir de una vez!
Algo se movió entre los arbustos del jardín trasero. Todos miramos a la vez. Sue dio un pequeño grito que ahogó enseguida tapándose la boca. Roxy se arrinconó contra la puerta lívida y Tina se quedó paralizada en su sitio con los músculos tensos.
Daniel, se dio la vuelta y puso sus manos sobre mis hombros y me miró a los ojos fijamente. Estaba asustada y las ideas se me apelotonaban en la mente, no podía pensar con claridad. La puerta comenzó a temblar, alguien intentaba abrirla desde fuera. Roxy dio un respingo y se abrazó a Alex sin pensárselo dos veces.
- ¿Qué está pasando? – gritó Tina a los chicos, que eran los únicos que parecían saber qué demonios estaba pasando. En el cristal de la ventana había aparecido otra vez aquella muchacha, sus ojos rojizos eran inconfundibles. Daniel hizo que le mirara, recogiendo mi rostro entre sus manos.

- ¿Confías en nosotros? – me preguntó al tiempo que veía como Lucas agarraba a Susan de la cintura y la escondía detrás de un armario con él. Alex intentaba tranquilizar a Roxy que dejase de gritar. Y Miguel apartó a Tina lo máximo posible de la ventana. Miré a Daniel, todavía intentando pensar y tener mis ideas claras.

- S-s-sí – tartamudeé.

¿Cómo no iba a confiar en ellos? Les conocía desde siempre, y dos de ellos eran mis propios hermanos. Si no confiaba en ellos, ¿en quién iba a confiar?. Daniel sonrío y me abrazó de repente. No sé porqué, pero me pasaba como con Miguel, me sentía segura entre sus brazos. Me abracé a él y cerré los ojos. Un rayo hizo que se fuera la luz de la casa y la única luz que se podía distinguir era la de la tormenta que se estaba produciendo fuera. La puerta del estudio se abrió de golpe y dos figuras aparecieron en ella.

Noté como Daniel me abrazaba con más fuerza mientras le oía decirle al oído “No tengas miedo. Confía en mí.” Asentí casi imperceptiblemente con la cabeza y abrí los ojos. Pude ver como mis hermanos se evaporaban en el aire con mis dos amigas. Miguel me miró y sonrió torvamente antes de desaparecer también, solo que emitiendo una luz dorada bastante intensa.
Al momento, sentí una sensación extraña en mi cuerpo como si algo me envolviese y me oprimiera el pecho. Me aferré más a Daniel por miedo a que desapareciese de allí sin mí y de pronto todo se volvió oscuro, muy oscuro…
Abrí los ojos y pude comprobar que aún seguía abrazada a Daniel y que ya no estábamos en la casa de Miguel. Daniel me miró y sonrió, como si fuera divertido todo lo que estaba pasando.
- ¿Dónde estamos? – la voz de Susan se me hizo delicia en los oídos, había incluso pensado que mi sentido auditivo se había perdido.
Miré a mi alrededor algo confundida, parecía el instituto, pero no podía serlo ¿qué hacíamos en el instituto? Aparte parecía como si una jauría de bándalos, chicos locos, la hubiesen pagado con el edificio.
- Es el instituto –corroboró Tina a mi pesar. - ¿Qué hacemos aquí?- me acababa de leer la mente porque eso era lo que tenía intención de preguntar en ese instante.

- Todo a su tiempo, chicas – dijo con calma Alex, algo que no le solía caracterizar. Miró a Daniel alzando las cejas, ya que aún seguía abrazándome.

- Puedes soltarla ya – dijo Lucas de repente, desafiante.
Nada más decir aquello, Daniel me soltó y rió por lo bajo, al ver la mirada que Lucas le procesaba y la que Alex le echaba a Lucas como pidiendo calma. Me estaban sucediendo demasiadas cosas extrañas en una única semana y todo se me antojaba de otro planeta e incluso sobrenatural.